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Capítulo 15 - Novela: Los Pesos Fuertes del Banco de Barcelona

Los Pesos Fuertes del Banco de Barcelona                    
Rafael López y Guillén


            Capítulo Quinceavo




          - Cimerios. Los cascos de las chimeneas de la casa de los Milá, ¡son guerreros Cimerios! - dijo José Mansana con fuerza, sorprendiendo a Juan.
         José se levantó y fue hacia un armario, de espaldas y sin mirarle, habló a Juan que estaba sentado en la silla de confidente del despacho de Mansana.
         - ¿Qué más te dijo el bueno de Eugenio Güell?
         - Me dejó su abono del Liceo para que fuese a su palco y que llevase a mi amiga inglesa, me dijo - contestó. - Ya ves, y Salvador diciéndome que fuese solo, cuando él ya sabía que venía acompañado.
         - Aunque sea mayor, es listo ese hombre - habló de espaldas, agachándose y sacando unas carpetas que ponía en una silla que había cerca. 
         - Una gira de la compañía de Ópera Italiana, Lohengrin de Wagner, estuvo bien. Como estaba en el palco personal de Guell se acercó el director del Liceo para ver quien era. Estuvimos hablando un rato y me dijo que quieren hacer mejoras: poner calefacción y revisar las instalaciones - paró de hablar Juan, pues vio que había encontrado la carpeta que buscaba y que regresaba a su silla. - Casualmente, le comenté que están acabando de construir un gran edificio en Paris, la inauguración será el año próximo: el Théâtre des Champs-Elysées. Conocía a los arquitectos que lo hacían, me pidió que le enviase algo de información, por si había alguna cosa que ellos habían realizado y nosotros desconocíamos. Pudiéramos copiarles aquí en Barcelona.
         Mansana abrió las cuerdas de la gran carpeta, dejándola abierta completamente sobre la mesa. En su interior, había otras carpetas de menor tamaño. Mansana estaba buscando hasta que abrió la que quería, sacó de la carpeta una hoja con un dibujo. Lo giró para que lo viese y lo puso delante de él sobre la mesa.
         - El Liceo sufrió un atentado de un anarquista, ¿lo sabías, no? - preguntó.
         - Sí, el 7 de noviembre de 1893 murieron veinte personas. Como olvidarlo. Hasta allí en Paris se habló durante mucho tiempo - respondió.
         - Esto - marcó golpeando con el dedo corazón el dibujo varias veces - fue hecho dos años después, en la Fachada del Nacimiento en la gran iglesia, sobre el pórtico. Gaudí lo llamo "La tentación del Hombre". Dice que las armas las carga el diablo, por eso se ve a un vulgar anarquista recibiendo una bomba que le entrega un demonio.
Y, otro dibujo - devolvió esa hoja y sacó otra, - esta es otra escultura de allí, una prostituta recibiendo el pago por su trabajo. Ambos casos son tentaciones. - Cogió aire y guardó la hoja, cerró la carpeta pequeña. - ¿Ya has ido a verla? - preguntó.
         - No estaba esperando encontrarme con la persona adecuada y creo que eres tú que me harás de Cicerone. - le respondió José Mansana afirmó con la cabeza.
         - Antes te pregunté, sobre si Eusebio te había hablado de su jardín, por un motivo, por la Casa de los Milá - abrió otra carpeta.
         - A veces, me hace falta un desahogo, algo que me aparte los pensamientos constantes de este negocio - abrió los brazos y señaló su despacho, que estaba en "su" edificio. - Si mi padre levantará la cabeza diría "bravo", -se echó hacia atrás en su asiento y con los puños cerrados levantó ambos brazos con energía. - Al fin he conseguido comprarle a Lebon su empresa, el 28 de octubre del pasado año 1911. He creado la nueva Sociedad General de Fuerzas Hidro Eléctricas y soy el Director General de ella. La hemos creado Bertran e Hijo, nosotros, catalana para el alumbrado de Gas y la Central Catalana de Electricidad. La sede es aquí en este edificio de Puerta de Ángel 22, de Catalana de Gas. Ahora haremos hasta pantanos y saltos de agua para generar electricidad. Pero tengo un nuevo competidor unos canadienses, Catalonian Land.
         Juan no hablaba, solo escuchaba. Su amigo le miró y continuó.
         - Ya sé lo que estas pensando, ¿porqué no ha hecho Gaudí este edificio?. - le miró acercándose sobre la mesa al decírselo.
         - Juan, la vida es complicada. Hay secretos, pactos ... Fue una concesión. Yo quería el lugar Y mis socios pusieron a José Domènech y Estapà. El pertenecer a los pesos fuertes, nos ha rodeado de grandes maestros de obras y sabemos valorarlos. Este aunque no sea malo ni mucho menos, es monumentalista. Pero no tiene nada que ver con Domènech y Muntaner - paró, pensando - ¿Has visto el Hospital de Sant Pau? ¿Y el Palau de la Música? Huff magnífico has de verlas, son suyas estas obras. Aunque sin eso que tiene Gaudí que lo hace extraordinario, un despropósito sabiendo lo que hace. Como él no hay nadie. Hicimos bien eligiéndole a él.
         - ¿Quedamos muchos pesos fuertes? - preguntó Juan.
         - Nosotros cuatro fuimos la última hornada y Eusebio Güell y Carlos Pirozzini, el resto ya muertos - respondió Mansana - Pirozzini revisando, censando obras, es un buen hombre, trabajador incansable - dejó ahí su valoración, no quería decir lo que pensaba.
         - Volvamos a Gaudí que ya sabemos que tiene predilección por la Odisea de Homero. Como te decía, me entretengo investigando, intentando sin éxito, claro, meterme en el pensamiento de Gaudí - José Mansana hablaba sin parar. - He encontrado la "Catábasis" - paró apenas un segundo, pues Juan no sabía lo que era. - Su significado es el descenso, ¿en épica?, es el viaje al inframundo de Orfeo para traer de vuelta a Eurídice al mundo de los vivos. El canto 11 de la odisea lo relata. Llega a las tierras de los Cimerios cruzando los mares, a los confines del mundo.
         Sacó más dibujos de una carpeta muy abultada. Entre ellas una ilustración de la Casa Milá, la había visto desde la calle.
         - Imaginate el mar. Si aplastásemos el edificio - puso la palma de la mano para ejemplarizarlo - estas ondas de la fachada serían las olas, el mar por donde llegó en su nave. Importante a la que sacó a la orilla - busco otro dibujo - este es una vista aérea del terrado, tiene forma de barca bocabajo, la nave.
         - Según cuenta en el canto 11, se hizo un hoyo y se vertió la sangre de los guerreros que lucharon contra ellos. El hoyo es este gran patio y los guerreros cimerios son las chimeneas. Juan ahora se pone interesante - le dijo mientras buscaba otra lamina, se la mostró.
         - Tenía que bajar por una escalera, la de Jacob, pero cayó desde el techo - fíjate en esa escalera que hay en el patio. Según dice - paró y busco otro papel, que estaba todo escrito - al caer se le rompieron las vértebras del cuello y su alma descendió a la mansión de Hades, el señor del inframundo.
         Sacó otro dibujo más.
         El inframundo que ha hecho Gaudí: una rampa para carros que desciende varias plantas. Son cocheras subterráneas, que van más abajo del nivel de la calle.
         - Abajo del todo hay un círculo para que puedan dar la vuelta los carros y algunas galerías de servicios.
         Volvió a la carpeta y saco una revista de Ilustración Catalana de 8 de diciembre de 1907 y otra más de marzo de 1908. En ellas había fotografías de la construcción. Sacó otra revista más, La Edificación Moderna, también de marzo de 1908. 
         - ¿Ves todas esas columnas de hierro? Hable con el constructor que tuvo Gaudí allí, José Bayo, y me explicó que en lugar de hacer cimientos, él alisó el suelo y sobre él elevo esas columnas que hacen que aguante el peso total del edificio. Ahora si estuviésemos en el inframundo, ese lugar está más aún abajo que el Hades, sería el Tártaro: una mazmorra para los Titanes que aguantan encerrados.
         - José, veo que estás enloqueciendo con esto. Espero que sepas separar una distracción de una locura, que no te separe de la vida real - aconsejó Juan.
         Mansana sonrió, recogió la carpeta y una vez todo dentro, la cerró con los nudos para que no cayera nada. La dejó a un lado de su mesa.
         - Ves, ya no queda ni rastro de mi locura. Algún día, más gente como yo querrá saber todos los significados de su obra - sonrió amargamente, desilusionado por no haberle contagiado.
         - Pero algo de razón tienes. Volvamos a poner los pies en el suelo. Te veo mejor. Ese corte de la americana.. Cuéntame la moda allí entre los gentleman, ¿cómo te va en Inglaterra? - le preguntó a Juan.
         - Pues han ido cambiando las modas, -  respondió Juan. - Ya no hay que vestir siempre de etiqueta, excepto para algunas ceremonias por la tarde. Ahora vas a la ópera y no tienes que llevar un frac, con chaleco blanco y camisa almidonada. Hoy una americana negra y un sombrero de paja o fieltro es suficiente. Ahora la levita está muerta y el sombrero de copa moribundo. Antes te cambiabas varias veces, mientras que hoy con un traje como este, un paño de lana bien cortado y un sombrero como este de fieltro, - lo cogió de la silla de confidente de al lado - vas todo el día sin cambiarte. 
         Se escuchó unos golpecitos y unos segundos después mostró la cabeza su secretaria pidiendo permiso para entrar. Al ver la seña entró en el despacho, Juan se puso de pie y fue hacia la ventana para ver al gentío que pasaba, mucho, pensó.
         Tendría que empezar por ir a Hamburgo en lugar de a Berlín. Estuvo con Mary en el zoológico gratuito de Barcelona. Antes paseó por el parque de la ciudadela, que consideraba estupendo, tal y como lo recordaba, con ese contraste del verdor de las plantas y el color crudo de la arena y tierra.                   
         Preguntó por el director del zoo barcelonés. Francisco De Asis Darder. Con él que habló largamente pues era muy agradable. Era veterinario, científico, y coleccionaba animales disecados en su casa de Bañolas.
         Le explicó que el pobre banquero Martí y Codolar sufrió una bancarrota en 1892, y tuvo que vender toda su colección de animales. El ayuntamiento se los compró todos, y le nombraron director a él, Con esos animales empezaron.
Luego al preguntarle directamente le dijo que había conocido bastante a Reinhold Bernhard, el hombre que casi se ahogó en el hotel Internacional, y que tenía intención de hacer este zoo. Habían estado hablando de las divisiones que tendría que tener un zoológico, pero que un día dejó de venir y ya no supo más. Todo eso sucedió antes de la bancarrota de Marti y Codolar, pues el alemán había convencido al ayuntamiento para hacerlo. Incluso dijo que pondría dinero a través de un donativo del Banco de Berlín. Pero se perdió su pista. Lástima, comentó con desdicha. Juan sí que sabía su dirección, pues hacia mucho que apuntaba en una libreta nombres y direcciones de conocidos. Allí fueron, pero no había nadie. Estuvo hablando con una vecina, una señora mayor que lo recordaba Y le dijo que se murió en 1889. Se lo llevaron al cementerio y nadie lo reclamó nunca, hasta ahora le dijo señalándole.
         Por eso, ahora ese sería su punto de partida para introducirse en la burguesía alemana. No sabía cómo se llamaba ese amigo, pero esperaba reconocerlo en algún club, donde le contaría el fallecimiento de su amigo. Haría como siempre, primero presentarse al cónsul español, para luego ser invitado a las fiestas para darse a conocer.

         Al salir la secretaría y cerrar la puerta, se giró y se volvió a sentar en la mesa. Mansana estaba leyendo un telegrama urgente.
         - Juan, de esto también quería hablarte - comenzó a explicar. - Si, Pirozzini tenía razón. Somos diferentes sin quererlo. Me enviaste por correo, hace unos años, una hoja que arrancaste de un periódico norteamericano, menos mal que adjuntaste de puño y letra la transcripción.
         - Ya me acuerdo fue en 1896, cuando leí que habían inventado una turbina, que con la caída del agua de la cascada del Niágara, la transformaban en energía eléctrica y la llevaban a 32 km de distancia, hasta la ciudad de Búfalo - contestó Juan.
         - Bueno, es algo más complicado de lo que has dicho, si te interesa te lo explico - le dijo, recibiendo un gesto afirmativo.
         José Mansana se echó hacia atrás en su gran sillón de cuero. Eso le gustaba. Se le notaba en su seguridad.
         - Comenzaremos un poco antes. En 1879 Edison inventó la bombilla, funcionaba cuando se encendía el filamento incandescente al recibir corriente continua, ¿eso lo sabrás seguro no? - preguntó recibiendo un gesto afirmativo por parte de Juan. -  Entonces, con motor de vapor proporcionaban la fuerza motriz para mover las dinamos y estas producían electricidad. Eso tenía problemas cuando las bombillas estaban a una gran distancia a iluminar. Por la pérdida de tensión. Unos años después llegó un tal Tesla para trabajar con Edison, quien chocó enormemente con Tesla que proponía que la corriente debería ser alternativa, en lugar de continua. Edison era especial, su idea era la única buena y, al menor contratiempo, como paso al electrocutarse un operario, la rechazó. Por eso, Tesla vendió su patente a otra empresa Westinghouse en 1888. Esta empresa, con más capital, en la exposición de Chicago de 1893, le ganó un concurso a Edison, Niagara Falls Power Project para iluminar la ciudad de Búfalo. Allí instalaron unos generadores, unas líneas de distribución, y esas turbinas que me comentaste, con unas placas con el nombre de Tesla incluso. Con eso se dijo adiós a las bombillas con filamentos. Eso lo he ido averiguando hablando con mil personas. Desde que recibí esa hoja que me enviaste, me he empeñado como no te lo puedes imaginar. Ahora he recibido este telegrama de Suiza. Y lo he recibido por tu culpa. No sé como agradecértelo Juan. Si te pudieras quedar unos días - le rogó - y me acompañaras. Tengo que ir a un sitio donde vamos a hacer un gran pantano, en Aragón, en el Valle del Ésera, y me encantaría que lo vieses - negó Juan con la cabeza.
           Otra vez volvió a escuchar los golpecitos en la puerta, asomando tras ella la cabeza de la chica con una sonrisa pidiendo disculpas. Entró, asumió que su amigo le dio permiso, y él hizo lo mismo que antes: se levantó para mirar sin ver por la ventana.
        
         Había ido esa misma mañana a la plaza San Jaime para hablar con el comisario.
         - Por favor, ¿puede avisar al comisario? Tengo que hablar con él. Me llamo Juan Guillen de las Trece Ocas - pidió al hombre que había tras el mostrador. Este le hizo una señal para que se sentase en unas sillas que había enfrente. No tuvo que esperar mucho rato, volvió el mismo hombre y le indicó que le siguiese. Abrió una puerta donde había un cartel pequeño, arriba, simplemente ponía COMISARIO.
         Se sentó en el asiento que había nada más entrar, tras indicárselo el que abrió la puerta, que la cerró y les dejó solos. Entre él y el comisario, había una mesa vieja de madera, con un cristal encima y papeles, tabaco, y muchas cosas personales y de oficina. El comisario estaba reclinado hacia atrás, leyendo unos papeles. En la mesa, destacaba una carpeta de color grisáceo, vieja y con escritos.
         - Llevo ya cinco años aquí y es la primera vez que viene uno de ese cajón de las Trece Ocas - comenzó a decir. - Los casos raros que nos dejamos sin acabar de uno a otro comisario.. - paró y dejo los papeles encima de la mesa, dentro de la carpeta, que cerró, y se levantó mirándolo de pie.
         - El comisario que le desterró hace veintitantos años ya no está, se ha retirado - hizo una pausa, rodeó la mesa hasta ponerse al lado suyo apoyándose en la mesa con la parte baja de su espalda y prosiguió, - dejó escrito que si volvía le diese un recado, rompiese la carpeta y los papeles que hay en el interior. - preguntó finalmente - ¿le parece bien?
         - El recado es "Tomar Angelus en Zuisa". No tiene significado para mí, ¿para usted sí? - preguntó, recibiendo un gesto afirmativo a los pocos instantes que había necesitado para comprenderlo.
         - Bueno, pues no quiero saber nada más. He leído el informe y veo que actuó en propia defensa, aunque con alevosía pues llevaba varios días siguiéndole. Todos los nombres de ilustres ciudadanos que pidieron al comisario que no realizara ninguna actuación hacia usted, al romper las hojas, quedarán en el olvido completo - se giró hacia la carpeta y los papeles y los partió delante suyo, en varios trozos, hasta dejarlos reducidos en una montañita en el gran cenicero de cristal que había. Cogió un cigarro de su paquete y le ofreció fumar, cosa que Juan aceptó, buscó el mechero encendiéndole su cigarro, luego el propio y finalmente prendió los papeles.
         - ¿Sabe porque le llamamos a ese cajón las trece ocas? - preguntó mientras volvía a su asiento - a lo que recibió una negación de Juan con la cabeza, aunque mentía.
         - Por las ocas del claustro de la catedral, que nos avisan de que hay alguien cerca aunque no lo veamos. En cada comisaría hay un cajón igual, aunque con distintos nombres por supuesto - una vez finalizada la pequeña hoguera, cogió el cenicero volcándolo en la papelera que tenía en el suelo - ya puede irse, no tenemos nada más que hablar. - Le despidió sin mirarle siquiera, empezando a ordenar algo su atestada mesa.

         Escuchó la puerta que se cerraba, girándose de la ventana y regresó para sentarse de nuevo en la silla con su amigo.
         - Mira ha respondido al telegrama el director de la Escher Wyss. El señor Albert Huguenin es el Suizo que fabricó las turbinas del Niágara. Me ha confirmado que vendrá esta semana próxima para firmar los contratos y nos acompañará allí al Seira. ¿Nos podrías acompañar Juan? - volvió a pedirle, haciendo un gesto con las cejas.
     - Lo siento José, ya tengo comprado el billete del tren para Castellón la semana próxima. Además, luego tengo que ir a Paris y Berlín. Así que este mes será imposible, en otra ocasión te acompañaré gustosamente.
     - ¿Vas a Paris y a Berlín?. Luego te haré unos encarguitos. Tengo que pedir una serie de materiales y me harías un gran favor poniéndome en contacto con fabricantes de acero de allí - le anticipo Mansana. - Ahora, la semana que viene iré en tren, pero a Barbastro. Me acompañarán varios de mis responsables, pues hemos de decidir donde dejar todos los materiales que nos traerán, y empezar a construir una carretera hasta el lugar escogido. Nos harán falta miles de trabajadores. ¡Qué paradoja¡ Los de allí vienen a Barcelona, y ahora nos harán falta allí. Tenemos que buscar trabajadores, cientos de ellos, y tener donde alojarlos. Hemos calculado que tendremos que construir tantos barracones que al final será un pueblo - rieron ambos la broma.
     - Parece mentira cómo estamos evolucionando. En lugar de mover con carbón la máquina de vapor para generar electricidad, la generaremos con agua que caerá por un súper tubo inclinado enterrado bajo tierra. Bajará agua desde el pantano y descenderá varios kilómetros para darle más velocidad. Esa fuerza moverá la turbina y generará electricidad. Tendremos que tender un cable de 195 kilómetros para traer la electricidad hasta Barcelona, y otro cable igual para el telégrafo, para que nos podamos comunicar con ellos directamente.
     - ¿Has pensado en comunicarte de otra forma? - dijo Juan recordando una explicación que le habían dado los servicios secretos ingleses. - He leído que se comunican con los barcos por Morse, aunque la inversión es elevada pues además de comprar los aparatos, tendrías que formar a los que lo usen. Lo podrías usar acompañando a la expedición en la construcción, estarías siguiéndola desde este despacho, como si estuvieses allí.
     - Juan, te quiero, me haces conocedor de cosas que no se nos ocurren. Entiendo ahora porqué vienen tantas empresas extranjeras a instalarse aquí comprando empresas. Tienen otra mentalidad. Se lo diré a mis ingenieros para que averigüen como funciona.
     - Va, dejemos el trabajo y disfrutemos del placer, te debo tantas comidas - apiló los papeles en la mesa.- Había pensado en llevarte a conocer a mi amigo Justin a la Plaza Real, del Gran Restaurante de France, tengo un reservado allí, pero, conociéndote, pienso que te gustará más probar algo nuevo - se pusieron en pie, y fueron a la percha a buscar sus sombreros.
     - Ya sé que como buen valenciano, el que haces tú es el mejor, y doy fe, pero este es una novedad aquí en Barcelona, le llaman Arroz a la Gandula - le dijo Mansana a su amigo.
     - No lo había oído nunca la verdad, ¿cómo es? - se habían dirigido hacia la puerta que aún no habían abierto, Mansana se paró y giró hacia él, teniendo ya la mano en la maneta de la puerta.
     - Bueno, el verdadero nombre es Arroz a la Parellada, por un cliente del Bar Suizo, qué está aquí cerca, a mitad de las ramblas. Ese cliente es Julio Parellada, un amigo mío, tiene mucho dinero y se lo gasta en delicatesen. Un día le dijo al camarero que quería arroz, pero que no se quería manchar las manos, que le prepararan una paella especial, pelándole las gambas, quitándoles las conchas a los mejillones y que la carne estuviese sin huesos. El camarero lo comentó a la cocina, y además otros clientes que lo habían oído, también lo querían. Pasados unos días, ya hasta lo ponen en su carta el Siete Puertas de la Plaza Palacio, al que vamos ahora. Ese que está cerca de donde vivías hace años - acabó riendo mientras abría la puerta. 


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Capítulo 17 ( Penúltimo ) - Novela: Los Pesos Fuertes del Banco de Barcelona

Los Pesos Fuertes del Banco de Barcelona                    Rafael López y Guillén         Castellón 1.912 Capítulo Diecisieteavo            Estaba sentado directamente en la tierra, bajo un naranjo contra el que apoyaba la espalda, a cubierto del sol. Miraba fijamente al árbol que había enfrente, al otro lado del camino, en otro huerto. Era un níspero con su fruto anaranjado lleno a rebosar. Le atraía. En cuanto se pusiera de pie iba a atacarlo un poco, unos cuantos solamente, que seguro que serían propiedad de algún primo lejano o de cualquier vecino. Él ya no conocía ni los campos, ni sus propietarios.          Se giró sin levantarse para mirar sobre su hombro, a esa misma fila de naranjos, por donde estaba llegando ya el agua. Lo había hecho bien. Había levantado las pesadas almenaras, las compuertas para ir dirigiendo al agua hacia las filas de naranjos de su familia. Y, sobre todo, hecho bien al cerrar la última compuerta para no regar al vecino. Eso su padre se lo h

Capítulo 2 - Novela: Los Pesos Fuertes del Banco de Barcelona

Los Pesos fuerte del Banco de Barcelona Rafael López y Guillén                         Capítulo Segundo      ¡Otra vez no puede ser!, pensó el joven que estaba de pie. Se sentó en la silla que había junto a la cómoda, en la entrada de su casa recién reformada.       Pero esto es imposible, ¿cómo puede ser?, que con veinte años, sea la segunda herencia que recibe. Dejó el sobre azul en la bandeja de la correspondencia, encima de la cómoda, apoyó bien ambos codos en sus piernas volviendo a leer la carta. Hidalgo de San Juan. Ninguno de esos apellidos le sonaban de nada. Ahora que la volvió a leer, vio, en una letra más menuda, abajo del todo de la carta que ponía:                            Pd: Espero que entienda, que esta cuestión es muy personal, por lo que le ruego, no la comente                               con ningún familiar o amigo.      A su madre, no se lo podía ni comentar siquiera.      Se levantó y se quitó la chaqueta. Fue a la sala donde su m